Las experiencias traumáticas pueden causar emociones fuertes y reacciones físicas que duran mucho después del evento.
Los niños pueden sentir terror, impotencia o miedo.
Pueden ocurrir reacciones psicológicas, como taquicardia, vómitos o falta de control de esfínteres.
Los niños que han experimentado no poder protegerse o no ser protegidos por otros también pueden sentirse abrumados por la intensidad de las respuestas físicas y emocionales.
Si se desencadena una respuesta a un trauma, las respuestas físicas y emocionales del niño o joven podrían aparecer, incluso si no hay peligro inmediato. Esto puede llevar a que el niño o joven huyan o desaparezcan.